04 septiembre 2010

LA FORMA DE LA QUIETUD

Estoy así, porque me dejaste así. Y no puedo estar de otra manera. me habías dejado de tal forma que era imposible moverme. El aire me oprimía con todo su peso infinito. No me cansaba, pero me oprimía. Y después no sentía otro inconveniente. Ni estaba bien, ni estaba mal. Estaba de tal manera que podía resistir toda la vida.
La lluvia caía sobre mí. Y de mí brotaban esas plantitas que tanto me gustan. También me brotaba esa paciencia viva que tú me habías dejado al acomodarme. Luego el sol se disparaba sobre mí y me secaba hasta hacerme un desierto.
No sé qué era en verdad. Me sentía de todo tal, como también me sentía de nada tal, igual que esas cosas que aparecen en la vida, sin explicación y que alguien las encuentra y las manipula, y las olvida.
Las noches pasaban como un rumor de ríos. Se oía a la gente de todas las maneras. En los días que eran diferentes a los que te digo, otra luz que no conoces, venía a principiar esto que me he acostumbrado a llamar raíces de mi misma luz. Y a mí me gustaba. no crees ¿Verdad? Pero tenía gusto.
A veces creía que yo era el día y que la lluvia descendía a refrescarme como una piedad lo que el sol me resecaba.
Tenía la dicha de estar en tal quietud, y el tiempo se olvidaba un tiempo de mí. El tiempo que pasa por todo, menos por la quietud.
Esta vez he creido que tú, de alguna parte ruegas por mí, para que siempre esté así, y que después de tú, otro vendrá y me dejará de esta misma forma, lo que en otro espacio.

03 agosto 2010

CARTAS DE JUAN RULFO A CLARA

Ahí tienes que había una vez un muchacho más loco, que toda la vida se la había pasado sueñe y sueñe. Y sus sueños eran, como todos los sueños, puras cosas imaginarias. Primero soñó en que se encontraba de pronto con la bolsa llena de dinero y que compraba todos los dulces de todos los sabores que había en todas las tiendas del mundo. Así era de rico. Después soñó en tener una bicicleta y unos patines y una buena bola de canicas. Más tarde, soñó en ser chofer o maquinista de un tren para recorrer lugares. Y se pasaba las tardes tirado de barriga en el suelo, soñando en las cosas interesantes que habría más allá de los cerros que tenía enfrente. En el pueblo de él había unos cerros muy altos. Y a veces soñaba ser un zopilote y volar, muy suavemente como vuelan los zopilotes hasta dejar atrás aquel pueblo donde no sucedía nunca nada interesante.
Una vez vinieron los Reyes Magos y le trajeron un libro lleno de monitos donde se contaban historias de piratas que recorrían las tierras y los mares más raros que tú o yo hayamos visto. Desde entonces no tuvo otro quehacer que estarse leyendo aquella clase de libros donde él encontraba un relato parecido al de los sueños.
Se volvió muy flojo. Porque a todos los que les gusta leer mucho, de tanto estar sentados, les da flojera hacer cualquier otra cosa. Y tú sabes que el estarse sentado y quieto le llena a uno la cabeza de pensamientos. Y esos pensamientos viven y toman formas extrañas y se enredan de tal modo que, al cabo del tiempo, a la gente que eso le ocurre se vuelve loca.
Aquí tienen un ejemplo: Yo.
26 de Mayo de 1947

16 julio 2010

Carta de amor de Juan Rulfo a Clara Aparicio

Desde que te conozco, hay un eco en cada rama que repite tu nombre; en las ramas altas, lejanas; en las ramas que están junto a nosotros, se oye. Se oye como si despertáramos de un sueño en el alba. Se respira en las hojas, se mueve como se mueven las gotas del agua. Clara: corazón, rosa, amor...

Junto a tu nombre el dolor es una cosa extraña.

Es una cosa que nos mira y se va, como se va la sangre de una herida; como se va la muerte de la vida. Y la vida se llena con tu nombre: Clara, claridad esclarecida. Yo pondría mi corazón entre tus manos sin que él se rebelara. No tendría ni así de miedo, porque sabría quién lo tomaba. Y un corazón que saba y que presiente cuál es la mano amiga, manejada por otro corazón, no teme nada. ¿Y qué mejor amparo tendría él, que esas tus manos, Clara?

He aprendido a decir tu nombre mientras duermo. Lo he aprendido a decir entre la noche iluminada. Lo han aprendido ya el árbol y la tarde... y el viento lo ha llevado hasta los montes y lo ha puesto en las espigas de los trigales. Y lo murmura el río...
Clara:
Hoy he sembrado un hueso de durazno en tu nombre.

12 julio 2010

"PEDRO PÁRAMO"

El día que conocí a Rulfo
Por Héctor Tizón


conocí en México a Juan Rulfo casi al mismo tiempo que a Martínez Estrada, ambos tan distintos entre sí se convirtieron, a poco del trato inicial, en amigos muy queridos; entre ambos sólo se parecían en lo esencial, por lo demás, nada más distinto. El uno caudaloso y breve hasta el hueso del otro. Ambos con un alto sentido del papel de la literatura como instrumento esencial de conocimiento y comunicación entre los hombres, y con una versasión literaria que en el caso de Rulfo tendía a disimular, quizá por innata timidez. Su pasión fue la literatura, pero también la fotografía y sus viajes por su tierra como vendedor de neumáticos, creo. Recuerdo con emoción y aún con gratitud las largas charlas __él hablaba poco y yo también, el resto lo prodigaba con binomía y hospitalidad Miguel León Portilla, dueño de casa en el Instituto Indigenista de México__, cuando Rulfo trabajaba allí y yo concurría de vago nomás. Por aquel tiempo, Rulfo, con la publicación de sus cuentos de El llano en llamas era seguramente el escritor más respetado de México y ya había empezado a escribir Pedro Páramo cuando el presidente de la república, licenciado López Mateo, le otorgó una beca de mil pesos mexicanos con lo cual quedó despreocupado del bastimento diario y se quedó a escribir en su casa de Polanco o en Tepoztlán, adonde lo visitaba asiduamente Pedro Coronel, gran pintor y bebedor cuyo nombre fue usado por Rulfo para su principal personaje de la inmortal novela. Ya, también ahora, Pedro Coronel se ha convertido en prominente alma habitante de Comala, como el propio Juan, a quien habia dejado de ver durante años hasta que me enteré de su muerte súbita leyendo la noticia en el periódico mientras viajaba en un tren italiano. Nunca más lo vería. Ni podré olvidarlo.

"PEDRO PÁRAMO"

15 junio 2010

De Juan Rulfo.

Juan Rulfo, el gran escritor mexicano, autor de "el llano en llamas", "Pedro Páramo", "El gallo de Oro" y ademàs varios textos.
contesta curiosamente a varias preguntas interesantes.

"-Maestro, ¿qué similitud existe entre su obra y la de los escritores actuales?
"Definitivamente ninguna!"

"-Maestro, ¿dónde aprendió usted a escribir?
"-Eso no se aprende" -luego venía siempre un sobrecogedor silencio en la sala que él no tenía la menor intención de quebrar, y otra pregunta.

"-¿Qué, pues, se necesita maestro para ser escritor?
"-Sólo una cosa: cultivar la inteligencia, y eso yo no lo he hecho jamás. Soy muy tonto".

"-¿Cuál ha sido el aporte de Rulfo a la literatura?
"-Ninguno... Eso no lo tengo que decir yo..."
En la Sala Netzahualcóyotl alguien le preguntó por qué no escribía más, respondiendo él con otra pregunta: "-¿Y qué quiere usted que escriba?"

Fuente:Waldemar Verdugo Fuentes.

01 junio 2010

¿y Vallejo?

Roberto Paoli, divide èl a los poetas en sòlo dos grupos, diciendo que "en uno estàn todos los poetas y en el otro sòlo Cèsar Vallejo.

Palmas y Guitarra


Ahora, entre nosotros, aquì,
ven conmigo, trae por la mano a tu cuerpo
y cenemos juntos y pasemos un instante la vida
a dos vidas y dando una parte a nuestra muerte.
Ahora, ven conmigo, hazme el favor
de quejarte en mi nombre y a la luz de la noche teneblosa
en que traes a tu alma de la mano
y huimos en puntillas de nosotros.

Ven a mì, sì, y a ti, sì,
con paso par, a vernos a los dos con paso impar,
marcar el paso de la despedida.
¡Hasta cuando volvamos! ¡Hasta la vuelta!
¡Hasta cuando leamos, ignorantes!
¡Hasta cuando volvamos, despidàmonos!

¿Què me importan los fusiles,
escùchame, ¿què impòrtanme,
si la bala circula ya en el rango de mi firma?
¿Què te importan a ti las balas,
si el fusil està humeando ya en tu olor?
Hoy mismo pesaremos
en los brazos de un ciego nuestra estrella
y, una vez que me cantes, lloraremos.
Hoy mismo, hermosa, con tu paso par
y tu confianza a que llegò mi alarma,
saldremos de nosotros, dos a dos.
¡Hasta cuando seamos ciegos!
¡Hasta
que lloremos de tànto volver!

Ahora,
entre nosotros, trae
por la mano a tu dulce personaje
y cenemos juntos y pasemos un instante la vida
a dos vidas y dando una parte a nuestra muerte.
Ahora, ven conmigo, hazme el favor
de cantar algo
y de tocar en tu alma, haciendo palmas.
¡Hasta cuando volvamos! ¡Hasta entonces!
¡Hasta cuando partamos, despidàmonos!
"POEMAS HUMANOS"

13 mayo 2010

NO VAYAMOS A ENCONTRAR...

No vayamos a encontrar lo que te dije. Por eso trata de no alejarte mucho de mì. No vaya a ser que aparezca asì como apareciò ayer y no tengas con què ocultarte. Camina despacio, no te apures. Mira que yo casi llevo el peso de los dos. Ten la paciencia. ¿No ves mis ojos que sufren? Ya ves, asì nomàs, despacio. Vale màs. Espera. Mira allà, ¿ves? Si. Ahora ve y le sacas a ese hombrecito todo su dulzor y vienes a dàrmelo para que pueda reirme. No te demores. Que no nos separemos mucho de los dos. Recuerda que podrìa resultarnos peligroso.

26 abril 2010

CONDICION

Sufres la distancia que me quiebra.
Lineal venida.
Igual semejante por muchas izquierdas ìndoles.
Mi estar pensativo que cae en su parte pensativa.

En verdad jamàs quisiera irme de mì,
ni por mis partes, ni por mi diestra.
Pero siempre en suma me voy;
del padre de cada dìa,
de la madre de cada dìa,
del hermano de cada dìa;
por dos distancias de cada uno.
A ellos detràs de mi multitud,
en disyunciòn:
os ruego de cuerpo.
Acercaos a mis partes que voy dejando;
acercaos pacientemente.
Y digo: no vaya a dolerme menos
mis distancias doloridas
humanamente a cada hora que me voy
en dos lejanìas orientales.

22 abril 2010

LEJOS YA DE TODOS

Incendias colinas de espera. Pasos bajan a la memoria. Y seguimos sacando masas de distancia a mi amanecer. Iremos de retorno, de frente a la entraña de tu amanecer amarillo, hasta hacerle llorar para que llueva. Y lloverá, sonido vertical. Entonces vendrá una canción a juntarse entre dos veranos interiores. Vendrá la luz a juntarse en colores amados. Y la luz y la lluvia se meterán por nuestro ser y tendremos ganas de llorar y lloverá.

Al frente del amanecer de ambos, sosegadas, como yendose siempre de su inmovilidad, nacerán piedades amadas.­

LEJOS YA DE TODOS

20 marzo 2010

PUBLICADO EN LA REVISTA "ALDEA GLOBAL"

Afuera el danzar ahuecado de pasos interrumpe el silencio.
Alguien camina y avanza. Camina y avanza, apurado, como descorriéndose de la propia vida. El sonido del avanzar se ha equilibrado. Yo espero, espero con paciencia que alguien asome a la puerta. Pero nunca asoma.
Por el agujero de la puerta se ve muy lejos un cielo enrojecido. Palpita un lucero anunciando la tarde __ ¿tarde? ¿Qué tiempo es este?__ No hay nadie a quien preguntar por la hora.
Uno se encuentra soledosamente desorientado.

Duermo. Duermo largamente. No se desde que tiempo.
A lo mejor estoy despierto y a punto de dormir cuando surgen esas cosas, para mantenerme despierto como en la eternidad.

Este debe ser un amanecer…

Pero los pasos avanzan y avanzan y nunca llegan. Hasta parece que se han quedado en una sola distancia, sin acercarse ni alejarse.

El caer de unas gotas grandes, dispares, de una lluvia que se ha presentado lenta como si nunca fuera a terminar, aleja el sonido de los pasos. Y se vuelve a ver por la rendija de la puerta que, allá el cielo sigue ardiendo en ese rojo eucarístico. Y no es posible que esas gotas gruesas estén cayendo afuera, multiplicándose, golpeando fuerte el techo, como si fueran de plomo.

Y de más lejos, todavía de mucho más lejos, de un fondo tragado por el olvido, el ladrar de unos perros aumenta y se calla, aumenta y se prolonga hasta parecer muy cerca, untado a estas paredes.

Debo de estar despierto.


Voy a desentenderme de esas cosas.




El grito de alguien ha vuelto a despertarme __ ¿despertarme?__ Pero quien sabe si estoy durmiendo. A lo mejor ese grito no es un grito __y yo no estoy durmiendo__ sino solo un pensar que entra por las paredes de mis oídos hasta impregnarse en el interior de mi cráneo.


Pero yo siento y veo y vuelvo a sentir y a ver, solo el cielo enrojecido.

De pronto, otra vez el grito, estirándose, ahora repetido como si se hubieran juntado varias bocas para lanzarlo.
No hay duda, alguien llama pronunciando un nombre que avanza lento en el aire, como si el aire estuviera lleno de algún espesor. Muevo la cabeza tratando de distraerme. Nada. Todo se prolonga, interminable. Y esa voz, por su acento, parece que viniera desde ya hace mucho tiempo y que llegara cansada por la distancia.

Debo de estar ya mucho tiempo aquí. Esa voz debe tener más tiempo que yo.
Ha vuelto a llamar. Pero quien puede ser. A lo mejor alguien que me conoce está llamándome, incansable. Pero no me acuerdo de conocer a alguien. A nadie. Tal vez habré sido yo que, de tanto estar solo proferí ese nombre que se quedó pegado en algún sitio y ahora empieza a despegarse, rebotándome.
Si, así es, ya me acuerdo que me había olvidado.

Y otra vez por la puerta, el mismo cielo rojo con su lucero amarillo, palpitando.

Quiero hacer memoria. Nada. Solo ese blancor y más allá, solo el aire otra vez vacío.

Ha surgido del fondo de abajo como una conversación larga, allanada. No logra atravesar la puerta. Solo un sonido gutural que viene a morir muy cerca de aquí.

Se ha acompasado el sonido del avanzar a un ritmo que ya no se escucha que avanza, sino que se aleja. Si, es evidente el sonido de los pasos ya no avanza, sino se aleja de tal manera que se pierde en una lejanía que se va pegando allá, en el fondo de las agujas de un reloj.
Y se me viene a cuenta el tiempo. Un vacío frío del mucho retroceder al parejo de ese reloj interminable que hace su trac-trac-trac… como si fueran cientos de relojes. Llenando todo el tiempo.

Esos pájaros que creen que me atormentan. Pero no, me siento alegre el oírlos. Lo que si me atormenta es el trac-trac-trac… de esos muchos relojes.

Ahora, otra vez que estaba olvidándome, ha regresado ese ruido del ladrar de perros. Es un ladrar lúgubre. Por su hondor lo intuyo que viene de muy lejos.

Pero voy a desentenderme.

Y el agua baja, baja y va. Después sube y sube y va de mi mismo. No, de ningún modo puede ser de mi mismo. Y el agua baja, baja y va y sube. Yo pienso que debo de estar mojado, pero no. Debe ser mi sangre que rebulle. No, mi sangre debe de estar seca ya por el mucho tiempo. No, no puede ser mi sangre. No es posible que mi sangre haga esas maniobras. Entonces que puede ser.



Ahora si, todo se sucede para dejarme sereno, acostumbrado.

El ladrar de los perros más allá de las interminables lejanías, cesa. Caen con menos peso las gotas. Un batir de alas se aleja en el aire quitándome el gusto. El sonido de los pasos se prolonga en el trac-trac-trac de las agujas del reloj. La conversación se ha callado. El silencio interrumpe toda esta vastedad que sale de mí.
El lucero ha desaparecido. El cielo sigue rojo, calcinándose.
¿Es la última luz de la tarde?
¿La primera luz del amanecer?
Pero los pasos si avanzan, avanzan.
Alguien abre la puerta.
Lima, 18 de enero de 2009.

31 enero 2010

Vas a ver que te atisbo...

Vas a ver que te atisbo la vida.
Màs acà te lo dirè. Ven, apura. Me temo.
Pero tù, claro, ahora que lo quisieras decir,
te vienen pronto esos largos azules.
Si. Y tomàbamos tambièn cada uno de los senderos.
Ahora que lo dices. Es cierto.
Porque la llamaste de ese modo...
Creo. Estoy seguro. Es màs, ya ahora lo sè:
te nucleas ser el lado amarillo del descuerpo,
entre tus dos piedras: tù, unièndolas.
Cuanto al volver se te vaya algo
y no logre siquiera tocarlo.
Por eso recientemente me acuerdo.
Siempre. No. Solo a veces pienso.
Te quedas un momento. Si.
No hay manera sencilla
de decirte esto otro. Te dije. Calma.
Tenemos que...
Haber. Como decirte. Si.
Necesito, hombre...
Aunque creo que asì sea lo que pudo causarnos.
Tienes mucho aquì, ¿verdad? Si.
Pronto, hombre. Ya van a dar las once.Ven. Apura.

De "Dìas de Ausencia" Pag. 24
comentarios: carbajal899@hotmail.com

16 enero 2010

¿Y què es el cuento?

Desde tiempos remotos el hombre tuvo necesidad de contar sus sueños, esperanzas y desvelos, y asi naciò, aunque en forma oral primero, ese gènero literario de tanta estirpe que es el CUENTO.
Es pues, el cuento tan viejo como vieja es la presencia del hombre sobre la tierra. ¿Pero desde cuando ese arte de narrar recibiò el bautismo de cuento?
un crìtico eminente, Enrique Anderson Imbert, asegura que "la palabra cuento es relativamente tardìa en relaciòn a su nacimiento". Y agrega: "En la edad media se hablaba de contar, pero no de cuentos". Màs bien los tèrminos empleados, para señalar una narraciòn eran: ejemplo, fàbula, apòlogo, proverbio, hazaña, etc.
En la versiòn de Cristobal Garces Larrea "Narradores Centroamericanos Contemporàneos".

¿Y què es el cuento?