Cuento de Manuel Mejía Vallejo.
Según sus palabras, la historia es algo que tiene memoria: nosotros sólo tratamos de recordar lo ya efectuado; por eso, lo que estamos viviendo es un recuerdo de lo vivido; nos acercaría a esta posibilidad cierta sensación de pesadilla que despiden los acontecimientos.
En cuanto a la alucinación del futuro, se acerca al fuego fatuo, emanación de lo aparentemente escondido, porque todo pensamiento de futuro parece un regreso. Así corroboró que la historia es un ciclo y por lo tanto la posteridad queda atrás.
-Aunque ignoro dónde empieza este camino que da vuelta a la tierra, es el verdadero camino eterno, porque su futuro es su pasado: lo que está adelante es verdaderamente lo que ha quedado atrás.
Igualmente descubrió que el sueño podía ser verdad, pero de vez en cuando, ya que en muchos aspectos lo motiva el azar.
-Yo soy yo más lo que sueño, más lo que acepto: el sueño es prolongación de nuestras creencias.
En cambio, el recuerdo se acerca a lo verdadero; consiste en una distorsión del tiempo que los hechos deben sufrir: ellos existieron antes -existen-, pues todo acaecer es intemporal, de tal modo que no hay hechos pasados.
Con el fin de probarlo recordó públicamente el incendio de La Capilla Veraniega, y murió estoicamente en esas llamas.
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