Tu partida cuando me vaya más allá de los dos. Tránsito desclavado cuyas sombras pasean por cada senda solemne. Desplázanse los cuerpos que lamen las junturas. Qué solo un solo nombre. Para este cuerpo una jamás mañana que se allegaron los dos. Que van hasta por sus relieves del camino. Aperfila en luz escueto aire gozoso.
Retina hora que me absorto al preguntar a fondo, húmedo sosegado, él, el otro. A él ascienden silencios callados que distan por tus distancias. Que ha llegado a imaginarte esta vez que escapo por tu costado.
Camino, reloj paciente que apenas figura del semblante y aún de lo que estuvo aquí en mí, reciente. La mañana de ser entre pasar y volver que hasta nos afuera más a uno de nosotros. A la mañana sin que adentre para el frente, ha de tocarte donde la mitad nos anuda la conciencia; donde nos juzga lacerada lejanía interior. Donde allí ha sido mi primera inicial. Apenas quedamos de ignoto. Tornamos de aquí a darle vuelta hasta tu puro mañana. Ahora tus sustantivos apacibles ungimientos.
Todo allí más justo recuerdo que recién iba, paralelo momento dulzurado. Sombra ablucionada, aquí venida aún ahora de su manera casi más amada. Entraña en cuyo círculo me marchase sustantivo venidero, yéndome en flancos. Valor que mana, esperada facial acariciada.
No has saboreado las aguas cuando las vamos a querer todavía para que pasen llameantes naturalezas. Entero nacimiento. Abierto siquiera el cuerpo al punto interino. Atisbado cuando se ha sido bueno hasta la lágrima que se untase. Aunque se amanezca por la conciencia, por las horas oracionadas. Y se asome litúrgica armonía voluntada un día al entrar en buena tierra sollozada. Y se dejaría en el roce palpitante, amarillo enfrente de todo menos la mañana de ahora; creadora lágrima de tu distancia.
Sin embargo, este aquel que nos empuja a persistir a la hora que debió no ser contra nosotros este yo, aquel tú, este tú, aquel yo; con mi propia vuelta en que únense piadosos roces inmóviles, conocido perfil.
Palabras innatas. Exclamaciones engendradas que cantaron nuestros labios sus duetos cantares, llamando de cerca al cuerpo que estuvo prendido alumbrando aquella hora de nuestra disyunción piadosa.
Llamado que en fin, que quizá aún; que todo vaya para mi aquel esperado. Inseparable cuando me acuerdo de las libres entradas dimensionales. Que bajan para su altura voces puras por donde heme corporal amado, innombrable este.
Imagen que te ausentas. Inevitable ahora; vendrías a suscitarme el espejo. A colocarlo aunque sea de perfil para que pueda estar finito a gusto mi aquel este.
Interior que te deslluvias, caídas de gracia al pie de las estáticas bienamadas lejanías. Cuando heme vuelto al placer que se rompe si nosotros somos los dos, así, y nos interioramos para que se aparte la inflexión que nos atañe alguna naturaleza muchedumbre. Hasta habernos juzgado las vocales que extrañasen nuestros labios después. El nacimiento de ellas que nos allora el descuerpo; el retorno; el recuerdo.
Nombre por donde el género atraviesa sigilos inmutables; cavilaciones próximas.
Por mí mismo se te hubiera caído el dolor al vacío. El dolor que nos viene aún hasta cuando dormimos; aún hasta cuando nos sobra un poco la vida. El dolor que tenems hasta de otro. Por eso, es posible que tengamos semejanza hasta en las eximencias, hasta en la lejanía; idéntica medida de voces; semejante desfondo de silencios.
Apacible cuerpo que nos descuerpa, que nos individualiza al volver el uno del otro. Dos prójimos a la altura de cada órgano; al tamaño de cada instante; a la criatura de cada cuerpo; a la palabra de cada cuerpo. Espacio en el momento, cuerpo en el momento. Distancia en horas.
Asunto además de la lágrima, de su enorme acepto, de su caso palpante. La parte en pie cuando el gesto nos desierta al mirarnos a gusto de una pausa hasta el sosiego.
Dos humanos con nombre en letras de silencio. Puede nuestro movimiento quedarse en esta mañana. Nuestra distancia andar por las horas. Nuestro cuerpo abstractarse. Nuestro silencio repitiendo canciones. Nuestra vida encontrarse pasionada...
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